¡Jálalo que es pargo!

Jacko Badillo

De ciudadano y “clase política”

Una de las grandes satisfacciones de la vida es tener la oportunidad de convivir a diario con personas de diferentes estratos sociales, pero sin duda lo más enriquecedor es conocer verdaderas historias de vida, de esa gente de escasos recursos que lucha, que se esfuerza y hace hasta lo impensable por sacar adelante a sus familias.

Son personas que trabajan horas y horas en la construcción, en la hotelería, en los restaurantes, en las tiendas departamentales, en el servicio doméstico, pero que aún así no les alcanza para el sustento familiar y tienen que complementar con actividades alternas como la venta de algún producto, cena, buscando otra chambita los fines de semana.

En fin, seres humanos que de manera cotidiana se parten el alma trabajando con tal de que no les falte el pan en la mesa a sus hijos. ¡Ah! Pero también es gente noble, que le gusta ayudar a sus semejantes y que además cumple con sus obligaciones ciudadanas, con el pago de su predial, del agua, de la energía eléctrica.
La otra cara de la moneda son los llamados “políticos” que he tenido el gusto o el disgusto de conocer. Gente que simula que trabaja, que goza de grandes privilegios y canonjías y que del erario público, de los impuestos que paga la gente que sí se soba el lomo en sus centros de trabajo, cobran jugosos sueldos, algunos verdaderamente escandalosos, desproporcionados con lo que gana un ciudadano común.

Con sus muy honrosas excepciones, es esa llamada “clase política” la que le ha causado mucho daño a la sociedad, los mismos que cada que se avecina un proceso electoral los vemos sonrientes en costosos espectaculares, en traseros de camiones urbanos, en portadas de revistas y en miles de carteles, trípticos y volantes contaminando nuestra ciudad.

Son esos mismos que cuando llegan a un cargo público, sea de regidor, síndico, presidente municipal, diputado local, diputado federal o senador, se rodean de “guaruras” que también son pagados con los recursos del pueblo, se trasladan en lujosas camionetas compradas del dinero de los impuestos y cambian de estilo de vida y hasta de residencia, yéndose a vivir a lugares exclusivos, incluso hasta de pareja sentimental.

Esos que prometieron en campaña que iban a ayudar al pobre, que se comprometieron a mejorar las condiciones de la ciudad, a hacer leyes más justas, a combatir la corrupción, la impunidad, pero que a las primeras de cambio se les olvida y al final demuestran que en realidad sólo buscaron el cargo para enriquecerse junto a sus familias y allegados.

Creo firmemente que ha llegado la hora de darle el real valor a la gente que verdaderamente se esfuerza, al ciudadano que produce, que es emprendedor, a la gente que con lo poco que puede ayuda, con su propio recurso, que no hace reverencia con sombrero ajeno, con el dinero del pueblo. Es tiempo de despertar las conciencias y decir ya basta a los simuladores, a los saqueadores, a esa llamada “clase política”.

Mientras tanto… ¡Jálalo que es pargo!

Deja un comentario

Nombre y Correo obligatorios (Tu correo electrónico no será visible).