RED POLÍTICA

Mario Alberto Falcón Correa

 El dedazo nunca se fue de la política; Monreal lo confirma

Con la llegada de “la alternancia” en la Presidencia de la República en el año 2000, políticos ilusos o resentidos con el régimen, proclamaron la muerte del Dedazo. Le organizaron un funeral, derramaron lágrimas hipócritas y le rezaron responsos en todos los tonos.

Nada más falso en un sistema político como el nuestro, definido como la “dictadura perfecta”, objeto de estudio y análisis de organizaciones y expertos politólogos del mundo, quienes llegaron a la conclusión de que funciona, y muy bien, pero solamente en México; para los mexicanos, porque no es producto de exportación.

De un tiempo a estas fechas, el dedazo ocupó nuevamente el centro del debate. Resurgieron argumentos en defensa y en contra del antiguo y, al parecer, insustituible método.

Por principio de cuentas, definamos al dedazo como una regla electoral en la que una sola persona decide quién habrá de ser designado como candidata o candidato de determinado partido para los cargos de elección popular.

Se dice en su favor, que la regla del dedazo es la forma eficiente de designar candidaturas porque minimiza costos y evita divisiones. Según este argumento, una elección primaria —con votación directa o indirecta— puede resultar costosa en varios sentidos: confronta a las corrientes en el interior de un partido, desgasta a la candidatura ganadora e implica erogar recursos que pueden resultar útiles en la elección general.

En el sistema de partidos vigente, la democracia interna no es funcional. Lo comprobó el PRI en el 2006 al disputar la candidatura Presidencial Roberto Madrazo y Arturo Montiel y lo ratificó Acción Nacional en el 2012 cuando compitieron Josefina Vázquez Mota y Ernesto Cordero. En ambos casos perdieron la elección Presidencial.

Los estrategas electorales han inventado formas de disfrazar el dedazo en los partidos de izquierda, de la derecha y los del centro.

En el PRD de Cuauhtémoc Cárdenas surgieron las “dedoconsultas” que monopolizó Juan Guerra.

Andrés Manuel López Obrador aplica una combinación de “dedoencuestas” con la “dedotómbola” que inauguró en las elecciones estatales de 2015.

El nuevo PRI regresó al viejo método de la “candidatura de unidad” y en Acción Nacional divagan en las improvisaciones de alto costo.

La idea del Frente Amplio Democrático es la tácita aceptación del PRD de que no es competitivo para el próximo año y tampoco lo es el PAN por sí solo.

El caso de Morena se cuece aparte. El caudillismo de Andrés Manuel López Obrador no admite competencia. Es el dueño del partido. Nadie debe ni puede desobedecerlo y menos aún, enfrentarlo.

Esto lo sabe y lo sabía Ricardo Monreal, Por eso la víspera de la “dedoencuesta”dijo que resulta muy difícil enfrentar a la nomenclatura, pero no se amedrentaba.

Y efectivamente, ya lo había hecho en el PRI, cuando el dirigente partidista Mariano Palacios Alcocer le dijo que no sería el candidato a gobernador por Zacatecas y aceptó la oferta del PRD a través de Amalia García, pata ganar la gubernatura de su tierra natal.

Este no es el caso ahora. Andrés Manuel había enviado señales de que sería Claudia Sheibaum la elegida. Lo sabían Martí Batres y el Senador Mario Delgado, quienes aceptaron su papel de comparsas.

Así se condujo Andrés Manuel en el Estado de México al elegir a Delfina Gómez como candidata a la gubernatura, sacrificando a Horacio Duarte, su fiel acólito, Lo mismo hizo con Juanito y Clara Brugada en Iztapalapa hace cinco años, de tal manera que hace real aquella sentencia de que: “se hereda al hijo, no al hermano”

 

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