Visión Puntual

Por: José Contreras Contreras

Ojalá no se equivoquen

 

La discusión no es nueva, tampoco el resultado representa una sorpresa, creo que es algo que sabíamos que iba a suceder. Sn embargo, no deja de sorprender la ligereza con la que este asunto se “resolvió”, sobre todo cuando se piensa lo mucho que de tal decisión depende. Lo único que yo ruego es que no se hayan equivocado, porque, como siempre, los “errores” de nuestros gobernantes los pagamos todos los mexicanos, lo cual sería, sin duda, consecuencia de nuestra propia estupidez, pues alguien que sí sabía de esto advirtió hace miles de años que cada pueblo tiene el gobierno que se merece, y en el caso doméstico creo que nada sería más correcto.

Después de 17 años de discusiones en torno a dónde construir una nueva terminal aérea para este país, ayer el señor Andrés Manuel López Obrador, Presidente Electo de todos los mexicanos, aunque a algunos nos pese siquiera pensarlo, sepultó cualquier posibilidad viable desde el punto técnico para el nuevo aeropuerto que esta nación necesita, y optó por lo que, según él y su equipo de colaboradores, dictó “la sabiduría del pueblo”.

Sin importar que el “pueblo” sepa “un pito”, de los que silban, acerca de aeronáutica, bastaron unas cuantas boletas y la manipulación de la opinión social para definir que Santa Lucía, en Zumpango, sea la sede del próximo aeropuerto, aunque nadie nos haya explicado qué va a pasar con la base aérea de tipo militar que ahí se asienta desde hace décadas.

La obra frustrada que sepultó el Presidente Electo, Andrés Manuel López Obrador.

Decía antes que la discusión no es nueva, surgió hace 17 años, y por causas que sería muy largo detallar estuve involucrado en ese asunto desde el comienzo, por lo que puedo afirmar abiertamente que yo sí sé de eso, no porque sea técnico en aeronáutica ni mucho menos miembros de alguna de esas prestigiadas instituciones, en su mayoría estadounidenses, que sí saben de aeronáutica.

Conocí el proyecto de cabo a rabo porque por razones laborales me vi involucrado, y como tal tuve que ponerme a estudiar para por lo menos saber de qué estábamos hablando, por lo que tuve la valiosa oportunidad de conocer de cerca a los más destacados diseñadores, ingenieros en aeronáutica y talentos a nivel internacional que en su momento trajo el Gobierno del Estado de México a realizar estudios serios sobre el proyecto.

Conocí personas de Estados Unidos, de Francia, Inglaterra, China, Japón, Holanda, entre otros orígenes, y todos ellos valoraron todas las opciones posibles para la construcción de la terminal aérea que México necesita, porque por ahí hay que comenzar el análisis de este asunto: México necesita un nuevo aeropuerto, el que tiene, el Benito Juárez de la Ciudad de México ya no funciona, opera sí, pero ya no lo hace en las mejores condiciones técnicas y, quizá lo más importante, de seguridad.

Tal vez tuve la posibilidad de personalmente dialogar con una veintena de esos especialistas que hace más de 17 años comenzaron a llegar, a muchos los acompañé en sus recorridos y con muchos tuve la fortuna de pasar varias noches en las que ellos interpretaban lo visto en campo para sintetizar los asuntos en papeles, diapositivas y luego presentaciones de computadora.

De esos 20, por lo menos 17 coincidieron, por separado, que no había otra opción más viable, al menos en la zona del Valle de México, que construir el aeropuerto en Texcoco, por muchas razones técnicas que van desde las corrientes del viento, las distintas posiciones del sol y la luna, los polos magnéticos de la tierra, y por supuesto el mapa de rutas aeronáuticas que impera a nivel internacional.

Esos son asuntos que realmente solo saben los que verdaderamente han dedicado toda su vida, o la mayoría de ella, para el análisis de un asunto tan serio y riesgoso como lo es la aeronavegación. Son miles de factores que influyen en el exitoso desempeño del vuelo de un avión, y miles de factores más sobre la acertada operación de un aeropuerto que en un solo día puede sumar más de mil vuelos entre aviación comercial, privada y oficial, que deben estar en sana convivencia.

Eso, por supuesto, no lo entiende ni el señor López Obrador, su séquito, ni los paleros organizadores de su mal llamada consulta ciudadana. Y digo mal llamada porque ni fue consulta ni fue ciudadana, así como el tótem de Macuspana dice que el Seguro Popular no es ni seguro ni es popular, hoy sí yo puedo asegurar que su consulta ciudadana fue cualquier cosa menos consulta y menos ciudadana.

Menos de un millón de votos en este país no representa siquiera el 10 por ciento de la población nacional, lo cual sería una muestra más o menos válida para asumir que se trató de una decisión “popular”, significativa del sentir de los mexicanos, y ya ni hablar de la forma de “organización” con la que hicieron este relajito con el que pretenden “ciudadanizar” una decisión que por supuesto ya estaba tomada desde años atrás, desde que el señor López Obrador trataba de ganar el afecto popular en la plaza cívica de San Salvador Atenco gritando a los cuatrocientos que cuando él fuera presidente de México sería lo primero que haría: cancelar la posibilidad de construir el aeropuerto en el ex vaso de Texcoco.

Lo único que debo reconocer en Andrés Manuel López Obrador es que va a cumplir su palabra, sin importar los costos y los efectos, pero a mata caballo, como muchas de sus cosas, cumplirá con lo prometido hace unos 17 años en la plaza de San Salvador Atenco, donde también la vida profesional me dio la oportunidad de estar.

Como sea, ya no hay de otra, es un simple no al aeropuerto de Texcoco, a pesar de lo que los especialistas de mayor renombre internacional hayan dicho en los últimos 17 años, es simplemente un sí a Santa Lucía, a pesar de que yo mismo escuché a más de 15 especialistas explicar el por qué no es bueno desarrollar ahí la terminal aérea futura de este país.

Quiero aquí hacer un pequeño paréntesis para señalar que existen suficientes razones técnicas, que obviamente no escucharon los miembros del próximo gobierno federal, para desterrar esa idea de construir en Santa Lucía un aeropuerto comercial, pero bueno, eso el tiempo, unos cuantos años de operación en ese sitio, darán razones suficientes cuando se registren los primeros accidentes aéreos, porque los habrá.

Sin embargo la suerte está echada, y ahora lo que nos debe preocupar a los mexicanos son los efectos negativos que tan definición tendrá. Hay una que en lo personal me parece la más relevante, se llama pérdida de confianza, y no es porque los cuatro o cinco empresarios que ya invertían en Texcoco nos dé miedo que se vayan a enojar, porque en el último de los casos el señor Andrés López Obrador sabrá si les paga lo que ya habían aplicado ahí o les compensa de alguna otra manera, lo cual también puede hacer.

No, aquí el asunto es mucho más serio, pues estamos hablando de credibilidad internacional, de pensar en ¿por qué habría yo de ir a invertir a México cuando ahí, solo por antojo de una persona, se cancelan proyectos de inversión de gran calado? Eso es lo verdaderamente preocupante.

La reacción financiera es de gran riesgo, y ya se está dando tanto en el tipo de cambio como en la viabilidad de inversiones que estaban en puerta, y lo que pasará, lo aseguro, es que dentro de unas horas más vendrá la reacción de los llamados “capitales golondrinos”, esos que se aplican cuando las condiciones son favorables, pero salen volando de inmediato cuando se genera una “señal negativa” en el mercado financiero, como esta de tan grave tamaño que el Presidente Electo envía a los inversionistas.

Es lamentable que alguien que todavía ni siquiera se sienta en la Silla Presidencial de México y ya le esté haciendo tanto daño al país, hubo otros que hicieron estupideces, pero por lo menos se esperaron a ser presidentes de forma constitucional y luego ya sacaron a relucir el cobre.

Una vez más, hago votos, en serio, para desear que no se hayan equivocado, al menos los genios de la aeronáutica que participaron en su dizque consulta ciudadana, así como los soberbios que creen saber más que los especialistas. Por el bien de este país, por el bien de nuestros hijos que no dependen de viajar o no en avión comercial o privado, pero sí dependen de tener o no empleo en el futuro, y de que quienes generan riqueza no salgan huyendo ahora que ya vieron, en los hechos, “cómo masca la iguana”.

 

El nuevo sindicalismo

 

El domingo anterior sucedió un hecho que aunque no muchos lo vieron tuvo un significado importante en la estructura sociopolítica no solo del Estado de México, sino del país en general. Primero quiero recordar que la sana convivencia entre la inversión productiva y la fuerza laboral son la base de cualquier economía en el mundo, y México no es la excepción.

Después de la Revolución Mexicana, en el filo del año 1910, este país sufrió una reestructuración social cuando uno de los factores de la producción, el obrero, salió a reivindicar sus causas, porque en aquel país no había derechos, simplemente explotación laboral. De ahí surgieron las centrales sindicales más importantes de este país, y en ese sentido nació el Movimiento Obrero Mexicano con líderes inolvidables como el viejo don Fidel Velázquez, eterno dirigente de la Confederación de Trabajadores de México, del cual se pueden decir muchas cosas malas, pero algo que nadie le puede negar es que significó un pilar para la pacificación de este país y, sobre todo, un fundamento para que la sociedad trabajadora se emancipara e hiciera válidos principios fundamentales como la jornada laboral, el salario y prestaciones.

Jorge Neyra Sosa ante el reto de hacer un sindicalismo distinto.

En ese contexto, de cara a una evidente transformación nacional a partir de un gobierno totalmente distinto al que estuvimos acostumbrados por lo menos los que nacimos en el siglo veinte, es lógico que las estructuras sociales también se transformen y surjan otras nuevas.

Es el caso de lo ocurrido en Toluca la tarde del domingo, cuando Jorge Neyra Sosa rindió protesta como secretario general de la Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México, en el Estado de México.

La llamada CATEM, por sus siglas, es nada más ni nada menos que algo que aspira a ser la central obrera mayoritaria del nuevo régimen político que adoptó este país a partir de los resultados electorales del 1 de julio del 2018.

¿Por qué en el Estado de México? Pues fácil, porque no existe una entidad en el país que se compare en materia de fuerza laboral con el Estado de México, porque el Movimiento Obrero Mexicano tiene, ha tenido y tendrá en el Estado de México su mayor poderío, y porque lo que logre el Movimiento de Regeneración Nacional en ese sentido en el Estado de México será fundamental para hacerlo a nivel nacional.

¿Por qué Jorge Neyra Sosa? Bueno, pues yo podría decir muchas cosas de Jorge Neyra, lo conocí hace casi hace casi 20 años en el servicio público, como administrador de la Coordinación General de Comunicación Social del Gobierno del Estado de México, pero más allá de su talento como administrador, habrá que recordar su cuna, pues hablamos del hijo de uno de los mayores dirigentes sindicales que ha tenido esta entidad. Don Armando Neyra Chávez, líder vitalicio de la CTM en este estado, y factor fundamental para alcanzar la paz laboral que hoy caracteriza a los mexiquenses.

Dicen que para que la cuña apriete tiene que ser del mismo palo, ya  nada más cercano a esa realidad, pues si el llamada Cuarta Transformación necesita un valor probado en asuntos sindicales, tiene que tomar en Jorge Neyra Sosa el mejor cartucho a su alcance para fundar lo que ellos consideran como el nuevo sindicalismo.

Confiemos en que Neyra Sosa sí sea capaz de desterrar los añejos vicios del sindicalismo, y en que verdaderamente la Cuarta Transformación signifique mejoras directas y tangibles para la clase trabajadora, porque no se trata solamente de cambiar el tricolor por el guinda o las siglas del partido, de lo que se trata es de hacer las cosas mejor de lo ya conocido, y ese es el verdadero reto para la naciente central de trabajadores que tendrá su mayor potencial en el Estado de México.

 

La última y nos vamos…

 

Las cosas no parecen muy halagadoras para el tradicional “puente” del Día de Muertos que en México se registra precisamente esta semana. El latente riesgo de que miles, más bien millones de personas se queden sin servicio doméstico de agua potable, es sin lugar a dudas todo un reto para las autoridades, sobre todo las estatales y municipales que tendrán que poner en marcha acciones de compensación para el abasto mediante pipas.

¿Cuántas pipas de agua se necesitarán parta cubrir las necesidades evidentes de agua potable de 17 millones de habitantes en el Estado de México ¿ Ni idea. Sólo sé que deben ser muchas, incluso más de las que se tienen disponibles en los organismos operadores del servicio de agua potable, no solo de los municipios directamente afectados, sino de todos los 125 municipios que podrían sumar esfuerzos para hacer frente a esta contingencia derivada de obras de mantenimiento en el sistema Cutzamala.

También los ciudadanos tenemos que ser capaces de enfrentar la carencia de agua por obras en el Cutzamala.

Los servicios particulares de distribución de agua potable en pipas ya anunciaron que están agotadas sus posibilidades de venta. Es decir, agua, ni vendida habrá, por lo que en realidad se trata de todo un reto en el que deben sumarse esfuerzos tanto de las autoridades como de los ciudadanos.

Las autoridades sí tienen la obligación de apoyar a la gente que se quede sin líquido, pero también cada familia debe hacer lo propio y hacer rendir la poca disponible. Se trata de un asunto de conciencia para evitar que un día después de que inicie el “corte” en el servicio salgan a protestar a las calles, como acostumbran, por el desperdicio que cada uno provoque.

Será una prueba para miles de personas, sobre todo acerca de la organización civil que se requiere más allá de las manifestaciones, acarreos, y esas acciones de solidaridad espontáneas que solamente ocurren en las tragedias en este país.

No es necesario que alguien muera de sed para que la ciudadanía se organice y haga lo que a cada quien le corresponde para que esta situación no cause mayores daños ni molestias a quien enfrente la carencia del líquido.

Demostremos hoy, de una vez por todas, que los mexicanos somos capaces de hacer frente a cualquier tipo de contingencia, en orden, con civismo, con responsabilidad, con la cabeza bien puesta sobre los hombros, y que no se necesita echarle la culpa a la autoridad de lo que nosotros mismos podemos hacer mal o bien. ¿O no?

 

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