EMILIO ULLOA

MÉXICO 2026: EL MUNDIAL COMO CATALIZADOR DE UN NUEVO PROYECTO NACIONAL
En 2026, México volverá a ser el centro del mundo. Por tercera vez en su historia —tras 1970 y 1986—, nuestro país será sede de la Copa Mundial de Futbol, un acontecimiento que trasciende lo deportivo y se erige como una oportunidad económica, social, cultural y turística sin precedentes. A diferencia de las ediciones anteriores, México llega a esta cita en un contexto político distinto: bajo el liderazgo de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, quien ha sabido proyectar el evento no solo como un espectáculo deportivo, sino como un motor integral de desarrollo nacional.
Desde el inicio de su administración, la presidenta Sheinbaum ha entendido que el Mundial no es un fin, sino un medio: una plataforma para reposicionar a México en el escenario global, diversificar su economía y fortalecer el orgullo nacional. Su gobierno ha promovido inversiones en infraestructura sostenible, movilidad urbana, seguridad y servicios turísticos, con el propósito de dejar un legado tangible. En palabras de la propia mandataria, “un Mundial bien organizado no se mide por los goles, sino por los beneficios que deja a su pueblo”. El respaldo federal ha sido decisivo para coordinar esfuerzos con los gobiernos locales de las ciudades sede —Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey— y garantizar que la justa deportiva se traduzca en crecimiento económico, empleo y cohesión social.
Las proyecciones del Banco de México y de organismos internacionales estiman que el Mundial podría generar miles de millones de dólares en derrama económica directa e indirecta. Pero más allá de las cifras, la estrategia del actual gobierno busca que el beneficio no se concentre en los grandes corporativos, sino que impulse el comercio local, la industria cultural y la economía popular. El turismo, la hotelería, la gastronomía y las pequeñas empresas se perfilan como los grandes ganadores de este esfuerzo colectivo. Al mismo tiempo, los proyectos de movilidad, transporte eléctrico y recuperación urbana emprendidos en la capital son ejemplo del modelo de desarrollo sostenible que la presidenta Sheinbaum ha promovido como sello de su gestión.
En una nación que respira futbol, el Mundial también representa una oportunidad pedagógica y cultural. No se trata únicamente de recibir equipos y visitantes, sino de consolidar al deporte como una herramienta de inclusión social. El gobierno federal, junto con asociaciones deportivas y educativas, ha impulsado programas comunitarios que fomentan el deporte entre jóvenes y mujeres, vinculando la pasión por el futbol con el fortalecimiento del tejido social. La Copa del Mundo puede ser, así, un símbolo de unión nacional: un recordatorio de que el juego colectivo —como en el futbol— requiere estrategia, solidaridad y visión compartida.
La presencia de millones de turistas y medios internacionales abrirá una vitrina incomparable para la cultura mexicana. Museos, festivales, rutas gastronómicas y circuitos artísticos están siendo integrados en la agenda del Mundial. El gobierno de Sheinbaum ha apostado por mostrar la diversidad del país: sus pueblos originarios, su arte contemporáneo, su identidad plural. Se busca que cada visitante regrese no solo con la memoria de un gol, sino con el asombro de una civilización viva.
El Mundial 2026 será, sin duda, una celebración del futbol. Pero también puede ser —si se consolida la visión que hoy encabeza la presidenta Claudia Sheinbaum— un punto de inflexión en la historia moderna de México: el momento en que el deporte, la economía, la cultura y la política convergen para impulsar un nuevo horizonte de país. México está listo para recibir al mundo, pero sobre todo, para mirarse a sí mismo con orgullo y confianza renovada.
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