POR: YAZMIN RIVERO
+++ LA PÉRDIDA DE CONFIANZA HACIA LA POLICÍA: UNA HERIDA EN CRECIMIENTO
+++ LA URGENCIA DE CONTAR CON VERDADEROS ASESORES EN EL GOBIERNO
La confianza hacia las instituciones de seguridad, especialmente la policía, atraviesa una de sus etapas más críticas. La sociedad se siente cada vez más desprotegida, vulnerable e incrédula ante quienes deberían garantizar el orden y la justicia. Sin embargo, aunque es cierto que muchos actos de corrupción, abuso o ineficiencia han deteriorado la imagen policial, también es verdad que no toda la responsabilidad recae sobre ellos.
Durante años, la falta de gobernabilidad, la ausencia de estrategias de seguridad efectivas y el abandono institucional han generado un vacío que hoy pesa sobre la ciudadanía. Policías mal pagados, sin capacitación adecuada y con pocos recursos enfrentan una realidad desbordada por la delincuencia y la impunidad. El resultado es una relación fracturada entre la sociedad y sus fuerzas de seguridad: unos no confían, otros no se sienten respaldados.
Esta crisis de credibilidad ha empujado a muchos ciudadanos a tomar justicia por propia mano o a buscar formas alternativas de protección, lo que representa un riesgo aún mayor. Cuando el Estado pierde autoridad moral y la gente deja de creer en sus instituciones, el caos se convierte en la norma y el miedo reemplaza la convivencia.
Recuperar la confianza no será tarea fácil. Implica reconstruir desde la raíz los valores de servicio, transparencia y empatía en la labor policial. Pero también requiere una sociedad que, más allá del hartazgo, exija rendición de cuentas sin perder la esperanza de que aún puede existir una fuerza pública digna, respetada y verdaderamente al servicio del pueblo.
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En medio de un contexto político complejo y de un escenario electoral que se aproxima, surge una reflexión necesaria: ¿realmente existe en México gente preparada para asesorar al personal de gobierno o estamos, como sociedad, a la deriva de decisiones mal orientadas?
Cada estado del país enfrenta realidades distintas, con necesidades específicas que demandan estrategias diferenciadas. Sin embargo, el reto no radica únicamente en entender esas diferencias, sino en contar con personas capaces de ofrecer asesoría técnica, social y política desde una visión neutral, objetiva y al servicio de todos, no de unos cuantos.
México no debería continuar fragmentado por colores partidistas. Debería unirnos una sola causa: el compromiso de fortalecer a las instituciones y trabajar en conjunto por el bienestar nacional. Pero para ello se requiere algo más que discursos o promesas; se necesitan asesores verdaderamente preparados, con visión, criterio y ética profesional.
Un asesor gubernamental debe ser guía, no cómplice; debe aportar conocimiento, no intereses; debe pensar en el país, no en la conveniencia de un grupo político. Cuando el asesoramiento se desvía hacia la complacencia o el beneficio personal, el desarrollo institucional pierde rumbo, y con él, la confianza ciudadana.
En los próximos meses, veremos desfilar candidatos de todos los colores, cada uno prometiendo un cambio o una nueva dirección. Pero más allá de los nombres o las siglas, México necesita un cuerpo de asesores sólidos, con formación integral y compromiso nacional, que acompañen a las autoridades con visión técnica y sensibilidad social.
Porque los verdaderos cambios no se construyen solo con líderes carismáticos, sino con equipos competentes y conscientes del peso que tiene cada decisión. El país no puede seguir dividido por ideologías; debe unirse en la convicción de que somos, ante todo, mexicanos, responsables del rumbo de nuestra nación.

