El concurso sobre quién sería el mejor comandante en jefe y cuál de estos dos integrantes del 1 por ciento más rico sería el que más beneficiaría a los más pobres acabó con Hillary Clinton acusando a Donald Trump de racismo y sexismo, y él lanzando uno de los peores insultos: que ella es sólo otra política profesional más.
Fue un espectáculo asombroso aun antes de empezar, un enfrentamiento entre la realidad y el entretenimiento, un combate entre un dueño de casinos, estrella de reality shows y el primer candidato presidencial sin previa experiencia política o militar contra una de las figuras políticas más experimentadas y representante por excelencia del establishment, quien seguramente aún no puede creer que está empatada en los sondeos con un bufón de semejante talla.