Derecho del Ciudadano

Por: María del Socorro Castañeda Díaz

 

El tema que me ocupa esta semana tiene que ver con una controversia más de las muchas que se dan todos los días en un país que, nos guste o no, comienza a manifestar una división que, por desgracia, todo parece indicar que terminará en una polarización que para nada nos hace bien. Se trata de la polémica iniciada alrededor de la realización de una corrida de toros que se realizó este lunes 18 de marzo.

El tema es bastante escabroso, a decir verdad. En realidad, poco habría que discutir al respecto. El arte no debería ser sinónimo de muerte y por más que los partidarios de la fiesta brava se esfuercen por explicar y justificar, no se trata de una lucha entre un hombre y una bestia, sino de la exhibición de un asesinato. Con todo respeto para los aficionados a la tauromaquia, incluido el alcalde de Toluca, Juan Rodolfo Sánchez Gómez, la defensa a la realización del espectáculo en la Villa Charra tiene mucho más que ver con un tema económico que con una verdadera afición a los toros, ¿para qué nos hacemos?

Pero eso francamente es lo de menos. Lo que realmente empieza a resultar preocupante no solamente en el municipio, sino en la entidad y hasta en el país, es ese afán por hacer prevalecer la propia razón y demeritar al otro. Seguramente habrá quien no coincida con mi desdén hacia la tauromaquia, y sin embargo, no pretendo calificar de ninguna manera a quien no comparta mis ideas. El problema empieza cuando la otra parte descalifica, insulta, ofende y se empeña en que, si el otro no está con ella, está en su contra.

¿Qué está sucediendo en nuestra sociedad, que necesariamente buscamos tener la razón y nos enfrascamos en discusiones que sólo nos desgastan y no nos llevan a ninguna parte?

Una sociedad cada vez más radicalizada en la que estás a favor o en contra, sin puntos intermedios.

El tema es que no solamente en el caso de la corrida, sino en otros temas, nos estamos volviendo intolerantes, totalitarios, incluso violentos. Y así nomás no se puede caminar hacia una mejoría verdadera de la sociedad en la que vivimos, de la que formamos parte y en la que tenemos la responsabilidad de poner y proponer.

¿Otro ejemplo reciente? Se me ocurre la desgastante polémica entre quienes están a favor del aborto y quienes no. En realidad, no se trata de una discusión moral ni mucho menos religiosa, y al parecer en eso la mayoría se está equivocando. El aborto es un asunto de salud pública. “Aunque nadie puede dar una cifra exacta, se estima que en México se realizan entre 750 mil y un millón de abortos clandestinos anuales”[1], lo que implica que igual cantidad de mujeres ponen en riesgo su vida al intentar practicar la interrupción del embarazo en condiciones insalubres. Y me parece que ninguna de ellas lo hace por placer. Cada una tendrá un motivo para tomar la decisión y seguramente al hacerlo se las verá con su conciencia. Se trata, ni más ni menos, que de una decisión personal y lo único que se pide es que legalmente se proceda para que cada mujer tenga la posibilidad de decidir. Nadie pide la opinión de quienes consideran que los embarazos no deseados son producto de una calentura (generalmente femenina) y que todo podría evitarse utilizando un cinturón de castidad. Esas opiniones no sirven, son inútiles, ociosas y en nada contribuyen a solucionar un problema que, como ya mencioné, tiene que ver con una condición de salud y nada más.

Pero obviamente parece que en estos tiempos es necesario polarizar y, sobre todo, es absolutamente inevitable tomar partido y, desde esa trinchera, juzgar al otro y demeritar sus ideas si no coinciden con las propias.

El punto es que tampoco se vale considerar salvaje a la persona a quien le gusta ir a los toros, ni retrógrada a quien está en contra del aborto. El tema es el respeto mutuo que, por lo visto, sencillamente en los últimos tiempos no se nos da.

Que quede claro, por si queda alguna duda: de ninguna manera estoy poniendo en el mismo nivel ambos temas. Estoy sencillamente ejemplificando lo que considero una inútil polarización con dos recientes polémicas que han aparecido una tras otra en la agenda mediática, y que, seguramente, dejarán de ser motivo de discusión en los próximos días.

El asunto es que, así como aparecieron esos dos asuntos para dividir a la sociedad, seguramente en poco tiempo tendremos otros. Es lo mismo que dividirnos entre “conservadores” o “fifís” y “liberales” o “progresistas”. Así, de la misma manera que el propio presidente de la República nos divide y nos clasifica, nosotros mismos nos estamos confrontando por cualquier situación, nos estamos ubicando en un bando y preparamos las armas para un combate inútil, y esa francamente es una pésima señal en una sociedad que más que nunca requiere concertación, porque ya hay mucha violencia y ésta no se combate con más violencia, aunque sea verbal. Obviamente quien esto escribe tampoco pretende ser ejemplo de pacificación, pero con toda franqueza, hay que decir que las discusiones bizantinas[2] cansan, y cansan en serio. En este país, es más, sin ir más lejos, en esta ciudad, lo que de veras urge son los acuerdos que beneficien a la mayoría y fomenten el respeto para una convivencia mejor. Ojalá pudiéramos comenzar al menos a entenderlo.

[1] Disponible en https://www.eldiario.es/internacional/Abortos-clandestinos-Mexico-cifras-alternativas_0_805620004.html

[2] Disponible en https://es.wikipedia.org/wiki/Discusi%C3%B3n_bizantina

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