RED POLITICA

Mario Alberto Falcón Correa

De Ruiz Cortines a Peña Nieto: engañar con la verdad

La 22 asamblea nacional del PRI fue, junto con la décimo cuarta en Veracruz, la de mayor trascendencia en la ruta de adaptar al viejo partido a los escenarios actuales, aunque los dinosaurios se resistan al cambio.

Sin embargo, hay rituales y hábitos mutantes, no cambiantes.

El Presidente Adolfo Ruiz Cortines mostró sus mejores dotes de político hábil y colmilludo, precisamente en la designación del entonces modesto Secretario del Trabajo, Adolfo López Mateos como su sucesor.

Fue un verdadera bomba política, por la presencia de figuras relevantes en su gabinete y aspirantes a la candidatura presidencial, comenzando por don Angel Carbajal Bernal, su Secretario de Gobernación; Gilberto Flores Muñoz, de agricultura; Antonio Carrillo Flores, de Hacienda y el poderoso Jefe del Departamento del Distrito Federal, Ernesto P. Uruchurtu.

Fueron los tiempos de “el tapado” y de la sentencia de Fidel Velázquez de que “el que se mueve no sale en la foto”, con referencia a la disciplina férrea implantada para todos los militantes tricolores.

Ruiz Cortines dejó correr a los caballos. En actos y días claves como el aniversario de la fundación del PRI, no envió las señales esperadas. Por el contrario, el 4 de marzo de 1957 líderes y aspirantes salieron del evento más desorientados que nunca.

Poco después se confirmó que “el tapado si fumaba Delicados”, el famoso cigarrillo elaborado con tabaco oscuro y papel de arroz, elaborado por la Tabacalera Mexicana, empresa ubicada en Toluca, la capital del estado natal de Adolfo López Mateos.

Durante todo el sexenio, Don Adolfo mostraba deferencias hacia Angel Carbajal que hacían suponer la firmeza de que el Secretario de Gobernación contaba con un hándicap a favor en la designación del candidato presidencial, como se había hecho costumbre.

Cuando Fidel Velázquez –con línea de Los Pinos- realiza un mitin en la banqueta de la Secretaría del Trabajo para “destapar” al titular, Adolfo López Mateos como precandidato del PRI a la Presidencia de la República, destapó la caja de pandora en el seno de la “familia revolucionaria”.

Don Angel Carbajal sufrió un preinfarto. Flores Muñoz se retiró de la vida pública al término del sexenio. Don Antonio Carrrillo, circunspecto como siempre, no se alteró con la noticia, quizá porque en los más íntimo, nunca se sintió con la fuerza suficiente para ser el elegido. Uruchurtu planeaba regresar a sus tierras norteñas, pero le llegó la invitación para repetir en el cargo y se quedó.

En ese momento se acuñó la frase de: “engañar con la verdad” cuya autoría se desconoce, pero nadie se atreve a reclamar paternidad y menos a negarle vigencia.

Algo similar está ocurriendo con el Presidente Enrique Peña Nieto, las reformas a los documentos básicos del PRI y el procedimiento para buscar a quien acometa la difícil empresa de preservar para el tricolor la Presidencia de la República.

Peña Nieto está engañando con la verdad. El Presidente todavía no llega al difícil momento que el Presidente Gustavo Díaz Ordaz definió como el más amargo y complicado, en la soledad más absoluta y con todo el peso de la carga moral sobre los hombros.

Todos los Presidente surgidos del PRI tuvieron, en su momento, una amplia baraja de donde escoger. Solamente los panistas Fox y Calderón no supieron manejar el juego.

Por ello la trascendencia de los acuerdos surgidos de las mesas de consulta y de la plenaria de la 22 Asamblea Nacional del PRI.

Con rigurosa seriedad, Peña Nieto cuenta con los priístas Luis Videgaray Caso, Miguel Angel Osorio Chong, Manlio Fabio Beltrones y José Narro Robles,  los adherentes José Antonio Meade y Aurelio Nuño, además de “el tapado”. No necesariamente saldrá el candidato de este grupo, porque podría surgir de la Iniciativa Privada.

Las coincidencias entre don Adolfo Ruiz Cortines y Enrique Peña Nieto, en este sentido, son incuestionables. La asamblea priísta es el principio, no el final del proceso.

 

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