Derecho Ciudadano

Por: María del Socorro Castañeda Díaz

El viejo Montiel y el nuevo PRI

 

Al comenzar a escribir esta colaboración, no puedo menos que intentar hacer un ejercicio de autocontrol para no caer en los excesos verbales que lo que voy a decir merecería.

Estoy hablando de la entrevista que el ex gobernador del Estado de México, Arturo Montiel Rojas, concedió a un diario de circulación local. No es solamente pensar en lo que se dice, sino quién lo dice. Debo comentar que lo que inicialmente me sorprende y no poco, es que en un periódico de estos tiempos se considere siquiera la idea de entrevistar a Montiel, quien hace ya bastantes años salió oficialmente de la escena política, aunque en realidad bien sabemos que nunca se ha ido y que a altísimos niveles sigue siendo la mano que mece la cuna, ahora en la entidad mexiquense, antes quizá a niveles mucho más altos.

Como sea, mientras ese ejercicio de poder no sea demostrable, es sorprendente que exista un medio de comunicación dispuesto a darle un espacio en el que pueda resucitar y expresar sus consideraciones.

Reconozco que ahora yo también me contagié y también estoy tomando demasiado en cuenta los dichos del político de Atlacomulco, pero advierto que, desde mi punto de vista, el señor tuvo tiempos mejores que por supuesto, quedaron muy atrás.

El viejo Montiel, habla del «nuevo» PRI.

Sorprende, de entrada, que Montiel esté convencido de que el PRI tiene una credibilidad que está en juego. Creo que no está enterado de que el padrón nacional de su partido pasó de seis millones 605 mil militantes, a 1 millón 159 mil 320. Que le quede claro que, aunque todavía el número es considerable respecto al resto de sus adversarios, el antes “partidazo” no es ni la sombra de lo que fue.

Pero sobre todo, alguien tiene que informarle que la gran mayoría de los mexicanos desde hace un buen rato no cree en los partidos políticos. No es nada personal, pero por ejemplo con base en cifras de 2017, resultado de una encuesta realizada por Consulta Mitofsky, los partidos estaban definitivamente reprobados.

Ya entonces, evaluadas en una escala de 1 al 10, las seis peores instituciones, en términos de nivel de confianza entre los ciudadanos eran los partidos, con calificación de 4.4; los sindicatos, con  4.6; los diputados y la policía con 4.8, cada una, la Presidencia, que entonces estaba a cargo de un priísta, el querido sobrino de Montiel, Enrique Peña Nieto, con 4.9 y los senadores, también reprobados con calificación de 5. La verdad es que dudo mucho que con todo lo que ha ocurrido, incluso con el tan llevado y traído triunfo de la democracia en julio de 2018, la situación haya mejorado.

Y está bien, si quiere el ex gobernador mexiquense puede no creer en las encuestas, está en todo su derecho, pero por lo menos antes de abrir la boca tendría que haber mirado un poco a su alrededor para así considerar que en serio, los ciudadanos comunes y corrientes, de entrada no le creemos a los partidos políticos, pero somos muchos los que, además, no le damos el mínimo voto de confianza a particularmente su partido.

Pero además es necesario que haga un examen de conciencia, ¡por Dios! ¿En serio tiene tan mala memoria? Él mismo ha sido acusado (exonerado también, pero el antecedente ahí está) de peculado, enriquecimiento ilícito y uso indebido de facultades, que le costaron la precandidatura por su partido a la presidencia de la República. Por personas como él, “las bases” decidieron abandonar al tricolor. No necesita darle muchas vueltas, pero sobre todo, no necesita darle lecciones de moral a su partido, ni advertir sobre la posible pérdida de una credibilidad que sencillamente ya nunca podrá tener.

Dicen que para tener la lengua larga, hay que tener la cola corta. Con todo respeto, en Arturo Montiel esto no se cumple. Aunque no haya sido procesado, aunque nada se le haya encontrado, queda en la memoria colectiva más de un hecho que lo relaciona directamente con una corrupción que difícilmente “las bases” le van a perdonar.

Porque “las bases”, esa militancia cada vez más molesta con el instituto político, hace mucho que está clamando por un reconocimiento, pero sobre todo, por una actuación justa entre sus dirigentes y sus representantes, que, en cambio, se han servido de su posición partidista para enriquecerse a la mala.

Por eso no entiendo, con todo respeto, cómo precisamente Arturo Montiel, uno de los representantes del peor PRI de la historia, se atreve a decir así, con la mano en la cintura que “el PRI debe ser un activo vigilante de la conducta y honestidad de sus militantes y la primera instancia en exigir la rendición de cuentas de sus gobernantes y legisladores, de todos los niveles”.

¿Lo jura? Tal vez es un buen propósito para el futuro, pero repito lo del examen de conciencia: ¿ese como para cuándo lo piensa hacer? Porque con todo respeto, no puede ser que insista en que es necesario “denunciar y sancionar las conductas ilícitas y el mal uso de los recursos públicos de funcionarios priistas” cuando para muchas personas, al hablar del tema vienen a la mente nombres como Enrique Peña Nieto o Eruviel Ávila Villegas, distinguidos priístas que, con pruebas o no, les guste o no, viven bajo sospecha, sobre todo en estos tiempos en que la Cuarta Transformación enarbola a todo lo que da la bandera anticorrupción. (Que no la respeten es otra cosa, pero ese asunto se debe tratar aparte).

Hace mucho tiempo que no leía una publicación tan alejada de la realidad, tan llena de simulaciones, tan poco creíble. No es culpa del medio que la pone a disposición de las personas. Es más bien el reflejo de lo que la vieja clase política cree: que todavía puede seguir tomándonos el pelo. No es agradable, no es honesto, no es decente. A veces funciona mejor quedarnos callados, sobre todo en el caso del PRI, que en realidad necesita urgentemente replegarse, reflexionar y tomar serias decisiones que tienen más que ver con un modo diferente de concebir las posibilidades en el ejercicio del poder público.

“El político debe estar conducido por la lealtad a las ideas que profesa, a las instituciones en que cree, a los hombres que en él confían”. Lo dijo un priísta, Jesús Reyes Heroles, cuyas palabras simplemente han sido ignoradas por personajes como al que hoy hago alusión, que más bien se han dedicado a servirse de “las bases”, y una vez electos a servirse de las personas que en ellos confiaron pero que, afortunadamente, se cansaron de tanta deslealtad.

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